La periodista y sumiller publica 'Mujeres del vino', un libro donde parte de su historia personal para reflejar las condiciones de desigualdad del sector vinícola
Un drama íntimo, un golpe para la comunidad: cuando cierra tu bar de confianza
Desde su infancia en una bodega familiar hasta las ferias más exigentes del vino, Meritxell Falgueras ha visto cómo se sirve una copa, cómo se compra un viñedo y cómo se silencia a quien no sigue los códigos establecidos. En su nuevo libro, Mujeres del vino. ¿Y la señora también tomará vino? (Planeta Gastro), Falgueras traza un recorrido, a través de su historia personal, que va más allá de etiquetas y racimos. Es un mapa de poder, de cultura, de género y de territorio. Lo reivindica con una voz que quiere ser escuchada.
La industria del vino —territorio de tradición, gastronomía, marketing y prestigio— se presenta muchas veces como aspiracional. Pero desde dentro, como apunta Falgueras, convive con estructuras invisibles que siguen operando en clave masculina.
¿Qué significa para ti esa frase que has colocado en el subtítulo: “¿Y la señora también tomará vino?”.
Pues bueno, es un poco intentar sacar los colores. Porque la gente dice que no hay machismo, pero todos reconocen esta práctica. Mira, mi pareja es exalcohólico y a mí me ponen el agua y a él vino cuando salimos. Es una desviación de género que sin querer reproducimos, pero hacerte consciente de ello con una sonrisa pues it’s good [está bien].
Confiesas nada más empezar que la escritura de este libro ha sido terapéutica. ¿Qué te llevó a escribirlo? ¿Qué necesitabas sanar?
Digo que fue terapéutico pero en sentido literal, porque tuve que hacer mucha terapia para que no hubiera rabia [al escribirlo], sino para encontrar ironía y amor hacia las mujeres y no odio hacia los hombres que me han hecho daño. Por eso también dedico un capítulo a “algunos hombres buenos”, como en la película. Pero también siempre me pongo en el dilema de qué pasaría si alguna compañera me dijera que alguno de ellos no se ha portado así de bien con ellas como conmigo. También es un poco hacernos pensar, a partir de mi biografía, pero con una trenza de las experiencias de mis compañeras, situaciones que no son cómodas pero son reales.
Una de las aportaciones de este libro es el Estudio de las Mujeres del Vino 2024 en el que se apoyan los datos que aportas. ¿De dónde nace ese estudio?
El estudio lo hicimos con la D.O. Cataluña y el Instituto Más Mujeres. Laia Arcones, que es quien hace todas las métricas y estadísticas de El club de las malas madres, me decía que es importante poner datos. Si no, parece que son sensaciones mías. Pero cuando tú verbalizas que el 40% de las mujeres del vino estamos en el sector por legado familiar, te das cuenta de que es muy difícil denunciar las prácticas machistas. Muchas están en el mundo rural y eso complica buscar alternativas laborales. Ponerle nombre y apellidos a las cosas nos ayuda a entenderlas.
¿Cuál es el dato que más te impresionó de ese estudio?
Pues mira, el dato que más me marcó fue que el 90% de las mujeres del vino hemos presenciado comportamientos machistas, insultos, actos inapropiados... También que el 74% de nosotras hemos ido a un evento del vino y éramos las únicas entre un resto de hombres. Te hace pensar que históricamente ha sido un mundo de hombres. Me encanta cuando en el libro también hablo con nuevas generaciones, por ejemplo con Lola Palacios, la hija de Álvaro Palacios –fundador de una de las principales bodegas–, que me dice que ella no ha tenido ningún problema. Bueno, ella tiene unos 28 años y qué guay, ¿no?, pero el problema es que las que estábamos antes sí que lo hemos vivido.
Cuando tú verbalizas que el 40% de las mujeres del vino estamos en el sector por legado familiar, te das cuenta de que es muy difícil denunciar las prácticas machistas
¿Sientes que hay cuotas en el mundo del vino? ¿Te han llamado alguna vez para cubrir un hueco en una mesa redonda porque “la foto no iba a quedar bien” si solo salían hombres?
El problema de las cuotas en el mundo del vino es que a veces ni por eso. O sea, que ni para quedar bien, ni para poner un poco de luz en la foto. Sigue habiendo muchísimos congresos, y cuando digo congresos, son congresos de primer nivel, que es que ni para la foto han tenido reparos. Y te envían la nota de prensa y ves a ocho ponentes tíos y dices: 'hosti'. Y te das cuenta de que se dedican a la comunicación, y piensas qué raro. Y luego te dicen: “No, no, es que expertos del tema no hemos encontrado”. Pues mira, yo en I+D te puedo hablar de Mireia Torres que además sabe un montón de variedades ancestrales de uva; de Biodinámica es una crack Marta Casas, de bodegas Parés Baltà; Anne Cannan te puede contar del Comercio Internacional, Merche Dalmau sobre el priorat, La Loba sobre los vinos de Burgos… Y cuando se lo dices te contestan que las han llamado y es que todas tenían otras cosas.
Entonces, bueno, nos tenemos que plantear como sociedad que un hombre puede irse cinco días a una feria y no pasa nada y nosotras, tengamos hijos o no, acogemos roles muchas veces de cuidadora que no te permiten acudir.
El mundo de la elaboración del vino reúne prácticas y creencias diversas. En el libro apuntas que algunas mujeres han vivido episodios en los que no han podido entrar en el interior de una bodega en fermentación sin que se les preguntara si tenían la regla, por miedo a “alterar el producto”. ¿Hay realmente algo detrás de esto? ¿Tienes datos sobre cómo podría afectar el ciclo hormonal femenino a la cata o a otros procesos?
El tema de la menstruación y la fermentación del vino es un poco rollo el alioli en Cataluña, que dicen que se desarregla o que si hablas cuando lo meneas se te corta. Son creencias casi medievales. Yo he estado investigando y muchas de las brujas que quemaron realmente eran enólogas, porque las pócimas lo que tenían era alcohol. Rascas, rascas y, por ejemplo, ves cómo en el protestantismo pasaba lo mismo con la cerveza y que muchas veces decían que eran brujas, pero porque les hacían la competencia (a los hombres). Las quemaban y así ciao pescao.
Comentas que las soft skills [las habilidades blandas o interpersonales] de las mujeres se han convertido en power skills. ¿A qué te refieres con esto? ¿Podrías dar algún ejemplo concreto que hayas documentado o recogido en entrevistas?
Yo pongo de ejemplo a Mireia Tetas, de la Bodega Pinord, que tiene 41 años pero parece superjoven. Es una tía supersimpática, dulce, muy educada. A veces, yo misma creo que he sido la peor machista porque he sido extremadamente complaciente y extrovertida, me he reído de cosas que no me hacían gracia porque se estaban metiendo conmigo, pero siempre pensaba aquello de que no lo habrán dicho con mala intención. Lo de poner la otra mejilla... Es verdad que no tienes que dejar de ser simpática, no hace falta ser borde con quien es borde contigo, porque entonces te tiñes de su mal rollo. Por eso te contaba lo de Mireia, porque es la típica a la que le preguntaban si sabía catar, o le pedían hablar con su jefe en las ferias. A veces le preguntaban con sorna si sabría explicar la elaboración del vino, cuando era ella la que lo hacía. Es un poco volver al subtítulo del libro: ¿y la señora también tomará vino? Al final el tiempo nos da la razón. El caso Pelicot te enseña que la vergüenza tiene que cambiar de bando: tú no haces nada malo, son ellos.
Puedes decir que tienes muchas mujeres en la bodega, pero ¿qué rol ocupan? De secretaria, enoturismo, marketing, comunicación
Tienes un máster, un doctorado, hablas cinco idiomas y eres sumiller. Pero también eres rubia, guapa y te gusta arreglarte. Parece, por lo que cuentas en el libro, que has sentido que, a ojos de algunos, se ha valorado más lo segundo que lo primero. ¿Cómo se combate ese tipo de prejuicios?
Es verdad que los señoros tienen ese arte de querer solo limitarte a tu físico, encasillarte ahí y juzgarte. En el libro mi editor me decía: “Tía, te has pasado de erudita”. Porque como tienes ese complejo de rubia tonta… Yo ahora me río muchísimo, porque soy teñida y porque tengo toda la formación. Pero es verdad que te hacen dudar de ti misma.

ElDiario.es

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