Trinidad y Tobago, un país insular ubicado a solo 11 kilómetros de la costa de Venezuela, ha cambiado su postura geopolítica, pasando de ser un observador neutral a un actor clave en la región. Este giro se produce en un contexto de creciente tensión debido al despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe. La primera ministra Kamla Persad-Bissessar, quien asumió el cargo en mayo, ha redefinido la política exterior del país, alejándose de la cooperación tradicional con otros estados caribeños y acercándose a la agenda de Washington.
La proximidad geográfica entre Trinidad y Tobago y Venezuela ha intensificado las relaciones tensas. La llegada del destructor estadounidense USS Gravely a aguas trinitenses para realizar ejercicios militares fue calificada por Venezuela como una "provocación militar". Este país caribeño, con una población de poco más de 1,3 millones de personas, se destaca por su fortaleza industrial y su posición estratégica para el comercio y la inmigración.
Analistas como Imdat Oner, exdiplomático en la región, destacan que Trinidad y Tobago combina geografía, industria y estabilidad, lo que lo convierte en un socio prometedor en el mercado energético. El país produce y exporta gas natural licuado, amoníaco y metanol. Recientemente, el Departamento de Estado de EE.UU. renovó la licencia para el desarrollo del yacimiento Dragón, con la condición de que no beneficie al régimen de Maduro.
La primera ministra ha manifestado su preocupación por el crimen en Trinidad y Tobago, lo que ha llevado a un enfoque más agresivo en materia de seguridad. En este sentido, Persad-Bissessar ha apoyado las operaciones de EE.UU. contra el narcotráfico en el Caribe, afirmando que "todos los narcotraficantes deberían ser asesinados violentamente". Este apoyo ha marcado el fin de la neutralidad que caracterizaba a Trinidad y Tobago, permitiendo que el país sirviera como puente entre Washington y Caracas.
El cambio en la política exterior de Trinidad y Tobago también se refleja en su acercamiento a otros países como Guyana y Surinam, con quienes está formando un nuevo corredor energético en el Caribe oriental. Este movimiento se alinea con la inversión occidental y representa una ruptura con la política de no alineamiento que había prevalecido en la región.
Las relaciones entre Trinidad y Tobago y Venezuela están en uno de sus puntos más bajos. El Parlamento venezolano ha declarado persona non grata a la primera ministra, mientras que el gobierno de Maduro sostiene que la alineación de Trinidad y Tobago con EE.UU. está bajo el control del Comando Sur, con el objetivo de desestabilizar la región.
Persad-Bissessar ha defendido la soberanía de su país, argumentando que la colaboración con EE.UU. es necesaria para combatir el crimen transnacional. Sin embargo, este acercamiento podría tener repercusiones económicas, ya que las negociaciones sobre proyectos conjuntos de gas entre ambos países se han visto paralizadas. La pérdida de esta alianza energética podría agravar la escasez de gas en Trinidad y Tobago, un desafío que el país deberá enfrentar en el futuro.

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