A pocas semanas de asumir el cargo, la nueva líder de Japón se ha enfrentado a las consecuencias de cruzar la línea roja de China respecto a Taiwán.
Desde que Sanae Takaichi sugirió que su país podría responder militarmente si China toma el control de Taiwán por la fuerza, Beijing ha desplegado su estrategia de presión económica: advirtió a sus ciudadanos que no viajen ni estudien allí, insinuó que no habrá mercado en China para las exportaciones japonesas de mariscos y desató una ola de fervor nacionalista generalizado dirigida a la primera ministra.
Este revuelo parece cuidadosamente calibrado para advertir a Japón —y a otros países de la región— sobre lo que podría suceder si siquiera consideran adoptar una postura contraria a la de China respecto a Taiwán, la isla democrática autogob

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