Los hondureños votarán el próximo domingo en unas elecciones generales en las que la izquierda busca revalidar el Gobierno y quebrar definitivamente el sistema bipartidista que gobernó durante más de un siglo en el país

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“Es la lucha entre dos modelos: el modelo de la oligarquía, el modelo del capital sobre la fuerza del trabajo. Y el modelo socialista democrático”, aseveraba Rixi Moncada, candidata de la izquierda hondureña ante un abarrotado polideportivo de Tegucigalpa.

La izquierda se juega en las elecciones generales de este domingo 30 de noviembre revalidar el Gobierno en Honduras y quebrar definitivamente el sistema bipartidista que durante más de un siglo alternó el poder en la nación centroamericana.

Moncada busca dar continuidad al Gobierno de Xiomara Castro que, durante sus cuatro años de presidencia, ha conseguido un crecimiento económico sostenido y la puesta en marcha de grandes programas sociales que han afianzado la base electoral del partido gobernante Libertad y Refundación (Libre), un relato cuestionado por la oposición bajo acusaciones de nepotismo y críticas por la cercanía con países como Cuba y Venezuela.

Según las encuestas, Libre se encuentra entre las fuerzas con mayor respaldo junto a los conservadores Partido Nacional y Partido Liberal.

De Zelaya a Moncada

Moncada, candidata de Libre en estos comicios, encabeza un partido al que acompañó desde su nacimiento. La izquierda hondureña —históricamente proscrita o reducida a una corriente interna del Partido Liberal, una de las dos patas del bipartidismo junto al Partido Nacional— cristalizó como fuerza política propia tras el golpe de Estado de 2009 contra Manuel “Mel” Zelaya.

Zelaya había llegado al poder bajo el paraguas del centenario Partido Liberal, pero su acercamiento a los gobiernos progresistas de la región –liderados en ese momento por Hugo Chávez–, sumado a su voluntad de modificar la Constitución, le enfrentó con los sectores económicos más influyentes y con parte de su propia formación.

Es la lucha entre dos modelos: el modelo de la oligarquía, el modelo del capital sobre la fuerza del trabajo. Y el modelo socialista democrático

Tras su derrocamiento y posterior exilio, Zelaya comenzó a articular un espacio político propio con la intención de disputar al liberalismo el liderazgo del campo progresista. La ruptura coincidió con una oleada de movilizaciones contra el Gobierno surgido de las elecciones de noviembre de 2009. Aquellos comicios, que llevaron al nacionalista Porfirio Lobo a la presidencia, fueron reconocidos por Estados Unidos y la OEA, pero quedaron sin el aval de la mayoría de los países de la región.

En 2011, Zelaya impulsó la creación de Libre como “brazo político” del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), la plataforma que canalizaba desde las calles la oposición al Gobierno conservador del Partido Nacional. Al frente del nuevo partido se situó Xiomara Castro, esposa del expresidente, aspirante en 2013, 2017 —cuando finalmente cedió su lugar para favorecer una candidatura unitaria— y 2021, año en que logró una victoria contundente con el 51,1% de los votos y puso fin a 12 años de hegemonía nacionalista.

Crecimiento económico

Durante el periplo de la izquierda hondureña, junto al omnipresente matrimonio Zelaya-Castro siempre estuvo presente una mujer discreta y de tono recio: Rixi Moncada, figura de máxima confianza, funcionaria eficaz durante ambos gobiernos y clave en la arquitectura interna del partido.

Moncada, exministra de Finanzas y de Defensa del Gobierno saliente, encara las elecciones del domingo con la promesa de continuar el “modelo de socialismo democrático” de Xiomara Castro, cuya ambiciosa política social ha reducido la pobreza a niveles prepandemia, y alcanzado un crecimiento económico superior al 3% anual, mientras la deuda pública está controlada y se dispara el gasto social del país hasta cotas antes nunca vistas.

En los humildes barrios periféricos de Tegucigalpa y San Pedro Sula, principales urbes del país, militantes de Libre ataviados con camisetas rojas y panfletos recorren las calles pregonando que 900.000 familias con bajos recursos no pagan su consumo eléctrico gracias al subsidio energético promovido por Xiomara Castro. “De esto van las elecciones”, sintetiza un partidario de Libre.

Moncada ha prometido profundizar la docena de programas sociales puestos en marcha por Castro con el objetivo de “democratizar la economía”. En Honduras, la pobreza extrema afecta al 38% de los hogares y la inseguridad continúa siendo la principal preocupación de un país golpeado por las pandillas y el todopoderoso narcotráfico.

Inseguridad y acusaciones de nepotismo

La aún preocupante tasa de homicidios, que Castro ha conseguido reducir hasta los 21 casos por cada 100.000 habitantes, ha llevado al Gobierno de Libre a implementar una controvertida política de seguridad declarando un Estado de excepción que lleva tres años vigente y prometiendo “acciones radicales” contra los criminales. Los resultados, aunque positivos, no han atajado la sensación de inseguridad y han generado críticas de organizaciones internacionales como la ONG centroamericana Cristosal, perseguida en El Salvador por Najib Bukele.

Al problema de la inseguridad se suman las acusaciones de nepotismo, uno de los principales ejes de campaña de la oposición. Que acusa al gobierno y a la cúpula de Libre de gobernar mediante “el familión”, en alusión al peso político y administrativo que mantienen el matrimonio Zelaya-Castro y la familia Moncada dentro del aparato estatal.

Según el informe del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), organización civil hondureña, 12 miembros de la familia presidencial y diez de la familia Moncada ocuparían cargos públicos. El oficialismo rechaza la acusación, calificando el informe de “parcial” y subrayando que varios de esos cargos son de confianza o de elección popular. Moncada, desde un mitin en Copán, respondió que la verdadera concentración de poder no está en Libre, sino en “las diez familias que se han apropiado del 80% de la riqueza del país”.

“Hay que democratizar la economía, hay que distribuir la riqueza, hay que hacerlo con justicia y con equidad y para ello necesitamos reformar las leyes”, aseguró Moncada, anunciando una ambiciosa reforma fiscal que grave “a la oligarquía”. “Ellos deben pagar impuestos, la ley de justicia tributaria debe ser una realidad, ellos dicen que son los desarrolladores de la economía, pero pagan salarios miserables, no llevan a la gente a la seguridad social, quieren que la gente siga siendo esclava del capital, nosotros no aceptamos a la gente como esclava del capital, queremos el capital al servicio de la clase trabajadora de Honduras”, concluyó.

Un equilibrio difícil en política exterior

Honduras, presa de su geografía y su historia, mantiene una dependencia económica y comercial respecto a EEUU que el Gobierno de Libre no ha podido ignorar. Las remesas que el millón de migrantes hondureños –la mitad de ellos en situación irregular– envían cada mes desde el vecino del norte representan más del 20% del PIB hondureño.

Esta relación se tensó especialmente con el inicio de las deportaciones impulsadas por Donald Trump, lo que llevó a la presidenta Xiomara Castro, en un discurso de Año Nuevo de 2025, a advertir sobre la posibilidad de “revisar la cooperación militar” y deslizar la posibilidad de eliminar la base aérea estadounidense de Soto Cano, donde se encuentran desplegados medio millar de soldados estadounidenses.

En paralelo, Castro viró la política exterior hondureña al romper relaciones, en marzo de 2023, con Taiwán y reconocer que “forma parte inalienable del territorio chino”. Una decisión que despertó recelos en Washington y aparejó grandes inversiones del gigante asiático en la nación centroamericana. “Reconocer el principio de ‘Una sola china’, establecer relaciones diplomáticas y cooperar con China puede traer oportunidades de desarrollo para Honduras”, sintetizó Castro durante la primera visita oficial de un presidente hondureño al país.