Por: Miguel Ángel Malavia

La Cumbre del Clima de la ONU en Brasil (COP30) se ha cerrado con el esperado “casi, pero no”. Con todo, pese a la ausencia de acuerdos concretos significativos, hay que quedarse con un síntoma para la esperanza: a diferencia de anteriores ediciones, esta vez no ha dirigido todo el proceso negociador un anfitrión cuyo motor económico son los petrodólares (la COP28 la albergó Dubái…), sino que han sido muchos los que han elevado al cielo un sincero clamor por la justicia climática desde Bélem, en la propia Amazonía tan devastada por la rapiña de los más poderosos.

Pero al final ha ocurrido lo que sabíamos de antemano: las grandes potencias, aliadas de lujo de las grandes multinacionales, han impuesto su bloqueo y se ha vuelto a mirar hacia otro lado mientras la e

See Full Page