Hay mensajes que poseen la inocente apariencia de un homenaje y, sin embargo, condensan en su interior el eco persistente de una tradición política convertida en liturgia.
El posteo en la red social X del hijo mayor de Andrés Manuel López Obrador, José Ramón López Beltrán sobre Fidel Castro —fue una declaración emocional, casi filial, hacia un dirigente que encarnó la utopía de otro siglo— y que opera como la luz más clara de una tensión que recorre la relación entre México y Cuba: la que existe entre la memoria y la realidad.
“Su legado de justicia social, soberanía y solidaridad seguirá vivo por siempre”, escribió el hijo primogénito.
Pero esas palabras, tan pulidas por la nostalgia, se estrellan de inmediato contra las rotundas cifras del presente, como si la devoción heredada se neg

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