“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32.

Realmente, cuando hablamos de verdaderas heridas del alma hay acciones que son absolutamente imposibles de perdonar. Heridas que con tan solo una mirada al pasado siguen doliendo como si hoy fuera el día que comenzaron a sangrar. Palabras que fueron lanzadas como flechas, silencios que se convirtieron en muros, acciones que fueron puñaladas, disparos certeros para matar. Y luego, la imposibilidad humana del perdón se convierte en un veneno constante que va amargando el alma, apagando luces, endureciendo el corazón, restándole alegría a los días y vigor a la vida. Es aquí, en esta imposibilidad, donde yace la comprensión cristiana del perdón. A

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