El invierno ha vuelto a instalarse como un actor decisivo en la guerra de Ucrania. Al barro y la niebla se ha sumado un nuevo enemigo para las defensas ucraniana. Las nevadas densas y la lluvia helada están degradando la herramienta que ha permitido a Kiev compensar su inferioridad numérica durante dos años: los enjambres de drones FPV, ligeros, ágiles y mortales, que forman la columna vertebral de sus “zonas de muerte” defensivas.

El invierno como arma. La meteorología, que en otros inviernos había moldeado la estrategia, este año está desmantelando un sistema defensivo que Ucrania había perfeccionado hasta convertirlo en una barrera casi impenetrable. Rusia lo ha entendido antes que nadie y ha lanzado asaltos de gran escala aprovechando la vulnerabilidad climática de los drones

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