En un entorno saturado de estímulos y opciones, la verdadera batalla de las marcas no se libra únicamente en los pasillos ni en las vitrinas, sino en la mente del consumidor. El arraigo —esa capacidad de permanecer como referencia cotidiana, como hábito cultural y emocional— se convierte en el activo más valioso frente a la competencia. Una marca que no logra estar en foco, que no se mantiene en el ojo del consumidor, corre el riesgo de diluirse en la indiferencia del mercado.
Central Madeirense, con 76 años de trayectoria, entiende que su supervivencia no depende solo de la expansión física o de la modernización de sus tiendas, sino de preservar aquello que la conecta con la memoria colectiva: el servicio humano, la feria campesina, la tradición que se transmite de generación en generaci

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