El fallecimiento de Martin Parr a los 73 años obliga a revisar, con generosidad analítica, la importancia que su obra ha tenido para comprender los modos en que la fotografía ha descrito -y, sobre todo, ha interpretado- la vida cotidiana en las sociedades tardocapitalistas. Miembro de la Agencia Magnum y figura central en el último medio siglo de cultura visual, -ese territorio ambiguo donde se condensa tanto la promesa de estabilidad como la banalidad de las rutinas que la sostienen-. Frente a la tentación de incriminar moralmente a sus protagonistas, su trabajo rehuyó cualquier atisbo de culpabilización colectiva: lo que aparece en sus imágenes no es una denuncia, sino una constatación del absurdo que subyace en prácticas normalizadas hasta el punto de volverse invisibles.

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