Hemos entrado en esas fechas tan entrañables de la caza del regalo. Al parecer, existe el arte de regalar y, en consecuencia, la humanidad se divide entre los artistas del regalo que aciertan siempre y los penitentes que no dan una, se agobian pronto y antes de enloquecer terminan por soltar:
–¿Y qué quieres que te regale?
–¡Nada! ¡Tengo de todo!
Naturalmente, no existe en el mundo una sola persona que tenga de todo. ¿Estamos ante una muestra de prudencia y tacto? Yo más bien creo que se trata de una venganza de quienes, a sabiendas de que no se van a librar de una birria de regalo, se permiten la crueldad de complicar las cosas al prójimo.
La pregunta se estila mucho entre hijos que consultan al padre o a la madre –más bien esto último– a fin de preservar el efecto sorpresa que, intuy

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