El asesinato de Charlie Kirk en Estados Unidos ha conmocionado a millones de personas. No fue una muerte fortuita, sino la consecuencia de sostener ideas incómodas para la izquierda radical. Un crimen político destinado a silenciar al discrepante. Aunque sucedió lejos de nuestras fronteras, en Mallorca también existen los mallorquines de Charlie Kirk : ciudadanos que se atreven a hablar claro frente al pensamiento único y que, por ello, son convertidos en objeto de hostigamiento. Son los militantes, votantes y simpatizantes de Vox, hombres y mujeres que asumen el riesgo de discrepar.

Ortega y Gasset advirtió en La rebelión de las masas del triunfo del conformismo frente al individuo que piensa por sí mismo. Ese espíritu lo vemos en quienes señalan a todo aquel que se aparta del guion progresista. En España, discrepar tiene un coste. Defender la unidad nacional, exigir seguridad en las calles o reivindicar las raíces cristianas basta para ser tachado de «fascista» . Quien se atreve a desafiar lo políticamente correcto se expone a escraches, pintadas, burlas mediáticas o presiones laborales.

Ciertamente no hemos vivido aquí un tiroteo como el que acabó con Kirk, pero Mallorca sí conoce la violencia política . El 30 de julio de 2009, ETA asesinó en Palmanova a los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá . Aquel atentado marcó a la sociedad balear y demostró que el fanatismo también puede golpear en nuestra tierra.

Hoy la violencia se expresa de manera más sutil, pero igualmente corrosiva. Herbert Marcuse habló de «tolerancia represiva»: permitir solo las voces que coinciden con el dogma. Esa paradoja se vive en Mallorca cuando se caricaturiza a Vox, cuando se margina culturalmente a quienes defienden la tradición o cuando se intenta silenciar a quienes cuestionan la inmigración descontrolada o la ideología de género. El mensaje es claro: si disientes, cállate. Ese clima de exclusión es el que en Estados Unidos desembocó en la tragedia de Kirk.

Los mallorquines de Charlie Kirk saben qué significa ser objeto de esa presión. No reciben disparos, pero sí intentos de expulsarlos del espacio público. La etiqueta de «ultraderecha» funciona como arma de deshumanización. Se les convierte en caricaturas para que cualquier ataque parezca legítimo. Es una estrategia de demonización que erosiona la convivencia y normaliza la hostilidad.

La sociedad mallorquina supo resistir al terrorismo y no se resigna a vivir arrodillada. Hoy, quienes se atreven a ser mallorquines de Charlie Kirk encarnan esa determinación que Tocqueville vinculaba al verdadero espíritu democrático: la capacidad de sostener ideas propias frente a la presión de la mayoría . Decir la verdad aunque incomode, denunciar la inseguridad aunque moleste, defender la soberanía frente al globalismo aunque acarree insultos.

En el acto Europa Viva 25 celebrado en Madrid se rindió un homenaje a Charlie Kirk. Fue un recordatorio de que la libertad tiene un precio y de que Europa debe aprender de su sacrificio. Ese mismo espíritu de resistencia debe prender también en Mallorca, porque nuestra sociedad no está al margen de la intolerancia disfrazada de progreso .

Frente al silencio cómplice de la izquierda, debemos defender que nadie debe pagar con su vida o con su dignidad por defender ideas legítimas. La democracia no puede ser patrimonio exclusivo de quienes se autoproclaman dueños de la verdad. Los mallorquines de Charlie Kirk están en cada barrio, en cada pueblo y en cada familia que vota sin complejos a Vox. Y son la mejor garantía de que la voz de nuestra tierra seguirá sonando firme, libre y sin miedo.

  • David Gil de Paz es portavoz adjunto de Vox en el Consell de Mallorca.