Tengo una lista de personas palestinas, con bastantes mujeres, que tienen prestigio y autoridad moral para hacer este diseño, no la administración Trump. Sería interesante que algún país con experiencia mediadora los reuniera para hacer un primer esbozo alternativo, y que recogiera el sentir de todas las familias políticas palestinas

En la guerra de Israel contra Gaza ya no hacen falta introducciones, que ya todo el mundo conoce y ha podido ver su letalidad, la destrucción de viviendas e infraestructuras, la provocación planificada del hambre en su población, los obligados desplazamientos o el proceso de acabar con cualquier proyecto político de los palestinos. Una limpieza étnica de manual, y con todas las condiciones para denominarla genocidio. Dicho esto, se ha abierto un resquicio, todavía muy incierto, pero que habrá no solo que seguir con atención, sino también intervenir políticamente para introducir cambios que permitan ir en la buena dirección e introducir un poco de esperanza.

Tras el anuncio de Hamás de que estaba dispuesto a cumplir los primeros pasos del plan de paz de Trump, en su comunicado también ha puesto otras condiciones para continuar con el proceso, muy difíciles de cumplir, pero en ningún caso novedosas en el mundo de las negociaciones con grupos armados. Aunque pasarán muchas cosas en los próximos días, que habrá que ir evaluando, en estos momentos ya se puede afirmar que tenemos sobre la mesa tres aspectos que hay que abordar de manera inmediata: ¿se puede y debe negociar con un grupo como Hamás? Este actor, ¿puede condicionar su desarme? Y, tercero, ¿puede estar en el equipo de habrá que decidir el futuro de Palestina?

Entre 1990 y 2024, se han llevado a cabo 26 procesos de paz en todo el mundo. En todos ellos, los gobiernos se han reunido directamente con representantes de grupos armados, aunque con frecuencia han recurrido a mediación externa. Siempre ha habido momentos en que las partes se han sentado a la mesa de negociación, reconociéndose mutuamente como interlocutores válidos y necesarios para la resolución del conflicto. En el ámbito de la teoría del conflicto, las negociaciones y los procesos de paz, el término “interlocutor legítimo” se refiere a un actor individual o colectivo reconocido como válido y autorizado para representar a un grupo o parte en un conflicto, con capacidad para participar en diálogos formales y tomar decisiones vinculantes. Reconocer a un grupo armado como interlocutor es una herramienta pragmática, no un fin en sí mismo. Dicho esto, que es un principio general, ¿se puede considerar a Hamás como un “legítimo interlocutor”? Después de haber cometido la masacre del 7 de octubre de 2023, en que asesinó en un día lo equivalente a casi un mes de bombardeos de Israel sobre Gaza, Hamás se ha situado en un nuevo escenario, parecido al que tienen los grupos yihadistas, con quienes es imposible negociar. Además, ha perdido el apoyo popular en Gaza, no tiene apenas apoyos externos, y ha puesto muy complicado atender a sus propuestas, aunque algunas puedan ser razonables. En otras palabras, puede negociar algunas cosas, pero no imponer otras.

También conviene recordar que Hamás nunca ha participado en un proceso de paz formal con Israel, como lo hizo la OLP, pero sí es cierto que en varias ocasiones mostró una disposición pragmática a negociar treguas largas, acuerdos indirectos y aceptar un Estado palestino con las fronteras de 1967, pero sin reconocer a Israel formalmente. Israel, por su parte, ha rechazado sistemáticamente tratar a Hamás como interlocutor político, limitando los contactos a cuestiones de seguridad o intermediarios. Eso continúa siendo así, excepto que ahora Israel no puede negarse a negociar con Hamás los detalles de la liberación de las personas secuestradas, aunque sea a través de los intermediarios habituales, y, siguiendo el plan, a cambio de retirarse de una línea que habrá que acordar para la liberación, suspender las operaciones militares y congelar temporalmente las líneas de combate, lo que implica un cese de hostilidades provisional, no una retirada inmediata. Para resumir este primer punto, pues, sí se debe negociar con Hamás para este tema específico con los países mediadores, pues la liberación de los rehenes está en sus manos y en la de la Yidah Islámica, que también tiene algunos, y que ya se ha adherido a la respuesta de Hamás. Lo que no está nada claro es si Israel cumplirá con el punto 6 del plan de Trump, que prevé una amnistía a los miembros de Hamás que se desarmen, aunque sí podría cumplir otros dos puntos previstos en el plan, la liberación de casi 2.000 presos palestinos y el envío inmediato de la ayuda humanitaria a Gaza.

En cuanto al desarme, el plan de Trump dice que habría una desmilitarización de Gaza y en un “programa de recompra y reintegración”. El término lo he puesto entre comillas porque es una mezcla bastante insólita, y muy poco profesional, de poner en la misma cesta lo que se llaman “programas de recolección de armas”, algo que se planifica en países con muchas bandas criminales y proliferación de armas ligeras en manos de civiles, para rebajar el nivel de violencia, con otra cosa muy distinta, que son los programas DDR (desarme, desmovilización y reincorporación), aplicados a los grupos armados que, después de un proceso de paz exitoso, abandonan la lucha armada y entregan sus armas a una comisión, normalmente internacional y especializada, como puede ser el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, otros órganos de Naciones Unidas y la OSCE, para poner unos ejemplos.

Pero Hamás no ha dicho nada en su comunicado sobre su desarme, aunque uno de sus dirigentes, Musa Abu Marzuk, ha dicho a Al Jazeera que no desarmará mientras dure la ocupación israelí. Este punto ya es un gran obstáculo de inicio, pues nadie entrega las armas para ir a prisión, sino para entrar en un proceso de DDR o para obtener algo a cambio. Pero, a mi entender, no es el caso de Hamás ni de Gaza, pues no hay una negociación directa sobre el conjunto de temas que afectan al pueblo palestino, especialmente el que comentaré a continuación, y, por otra parte, Hamás ya no puede ser el principal interlocutor para diseñar el futuro de Palestina. Perdió esa oportunidad, incluso de participar, el 7 de octubre de 2023. Pero tiene la posibilidad de negociar su desarme y convertirse en una fuerza política o social, y se fueran inteligentes, lo podrían hacer a cambio de pactar cómo sería la desmilitarización de Gaza y como podría ser el cuerpo policial encargado de mantener el orden en la franja, pues ya hay milicias armadas creadas por Israel que están sembrando el caos en los campos de refugiados, que intentan controlar, algo que también es muy habitual en estos contextos, y que las organizaciones humanitarias que trabajan en campos de personas refugiadas conocen muy bien. Estas milicias que he comentado, se aprovechan de la estructura social de Gaza, que es tribal y de clanes (hamula), muy bien definida, con jerarquías internas y redes clientelares locales, para dividir a la población desplazada y boicotear su organización social y política. En cualquier caso, creo que Hamás tendría que abandonar la lucha armada y entregar sus armas a una comisión internacional. Sin eso, no habrá paz en Gaza. Deben negociarlo en Doha y El Cairo, y pronto.

Respecto al tercer punto, el de como será la gobernanza futura, no solo de Gaza, sino de toda Palestina, aquí habrá un conflicto de enormes dimensiones, que puede hacer explotar cualquier propuesta pacificadora. Palestina, y desde hace décadas, además del conflicto con Israel, tiene su propio metaconflicto, de orden interno. La propuesta de Trump de crear una “Junta de Paz” presidida por él mismo, es de un ridículo espantoso y me ahorraré más calificativos. Lo extraño es que haya sido bendecido por tantos gobiernos, como si fueran simples vasallos del emperador estadunidense, candidato a Nobel de la Paz, cuando tenemos una larguísima experiencia de cientos de acuerdos de paz del último medio siglo, donde se ha reflexionado y propuesto medidas para crear nuevas estructuras de poder político inclusivas, no clientelistas y nada corruptas. Se tendrá que ver como aplicar estos principios al caso de Palestina. Hamás ha puesto algunas condiciones al plan de Trump, concretamente que se entregue la administración de Gaza a un cuerpo palestino de personas independientes, basado en el consenso nacional palestino y basado en el apoyo árabe e islámico, y, por otra parte, ha manifestado que quiere formar parte del nuevo marco nacional palestino integral. Lo primero es muy sensato, pero lo segundo, muy discutible y nada viable, ya que el ejecutivo israelí ha hecho un comunicado aclarando que el fin de la guerra ha de ser “de acuerdo con los principios establecidos por Israel”, y hasta ahora implica el no reconocimiento del Estado palestino y el rechazo total a cualquier participación de Hamás.