En sus inicios dieciochescos, la prensa periódica tuvo solo una función informativa: barcos que habían arribado a puerto, precios de sus mercancías, situación de las cosechas, guerras que destruían lejanas ciudades. Después, a esa notificación escueta se agregaron razonados comentarios sobre los acontecimientos que más conmovían a los lectores. Y surgió el periodismo de opinión, destinado a convertirse en la otra cara necesaria de la prensa moderna. Incluso llegó un momento, en muchos diarios, en los que la exposición de razonamientos y opiniones se impuso al espacio dedicado a las simples noticias. Con esos ingredientes, el periodismo amplió su prestigio y horizonte. Ya su labor no se reducía a facilitar, para una ojeada, la lista de sucesos, también se prestaba a una atenta lectura, en c

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