Sabemos que el comodín reincidente de la izquierda , que hoy en España es única y exclusivamente extrema izquierda, consiste en mentar ¡que viene el fascismo! , ¡viene la ultraderecha! para rascar votos que impidan llegar a la derecha al poder. Sólo quieren inyectarnos el veneno del odio , acudiendo a identificar sin darle tregua a la duda, la derecha actual con el franquismo, y sin caer en la cuenta de que algunas cosas buenas ocurrieron entre 1939 y 1975.

Sin ir más lejos, levantar una clase media con lo que ello implica: no se prohibió viajar; no se prohibió ser emprendedor; no se prohibió el mérito en la enseñanza, en lugar de primar pasar curso con suspensos; tampoco se quiso «un país de proletarios, sino de propietarios» en palabras del ministro franquista de la Vivienda, José Luis Arrese, pronunciadas en 1959. Nada de ello se cuenta en la Ley de Memoria Democrática . Tampoco que la defensa del trabajador, a ultranza, fue una prioridad relevante del régimen. 

Para mis queridos votantes baleares de izquierdas, incluso los perroflautas, a ultranza significa «resueltamente». La RAE. Perdónenme que insista en el significado cierto de las palabras, pero siendo nuestros queridos votantes baleares de izquierdas unos fanáticos de pasar curso con cates y ajenos a la cultura más elemental, no queda más remedio que: p con a es pa y así sucesivamente. Otra vez: p con a , pa , de nuevo p con a , pues papá.   

¿He dicho rascar votos? ¿Qué significa rascar? Pues, la RAE lo cuenta con estas palabras en una de sus acepciones: «Conseguir o lograr algo». ¿Algo? ¿Qué algo? Para que mis queridos votantes baleares lo entiendan, ese algo alude a uno «de los significados de una palabra según los contextos en que aparece». Pobrecitos mis izquierdistas compadres que tanto se asustan nada más escuchar en la voz de sus putos amos ¡que viene la ultraderecha! Lo cierto es que no dan para más. Están siendo manipulados in misericorde y lo dramático, no saben que ello alude a «cruel o carente de compasión».

El mantra ese, de venir la ultraderecha y el fascismo, en realidad pretende acallar conciencias. Nada de pensar conscientemente en lo mal que van las cosas. Nada de interrogarse en qué carajo nos ha metido la izquierda y entonces la mejor solución para acallar las conciencias es apelar al pasado . Y apelar, mis queridos, significa: «Recurrir a alguien en cuya autoridad, criterio o predisposición se confía para resolver o favorecer una cuestión». 

¿Qué alguien? El relato, por supuesto. El problema de la derecha es que ha comprado el relato, generándole un inmenso complejo de culpabilidad y en consecuencia de inferioridad . El PP sin ir más lejos. Fue entonces, cuando ante la apatía de Rajoy , algunos afiliados se marcharon para montar Vox, es decir, un partido que en origen defendía la pérdida de identidad del PP.

¿Qué identidad? Pues los valores que entienden de liberalismo y de sentido ético heredado de la cultura judeocristiana, ajena por completo al marxismo woke de nuestros días; o sea el relato. Fue entonces cuando la izquierda saltó furiosamente como un resorte para poner a salvo su relato. ¡Que viene la ultraderecha!, ¡que viene el fascismo! Y entendiendo al ciudadano como un tonto del culo –votantes de izquierdas incluidos-, sonaron las trompetas de Jericó. En esas estamos. Un PP, acomplejado, y un Vox que ha perdido su identidad original. No se sabe bien por qué han convertido en esperpento la alternativa al poder . Es decir, en algo estrafalario y grotesco.

En Baleares lo hemos visto desde el inicio de esta legislatura, con la pueril actitud de Vox, y también con la prepotencia de un PP inconsciente de que les necesita –hoy en día- para permanecer en el poder. El Pacte de Progrés futurible de cara a 2027, mientras tanto, se frota alegremente las manos . 

Pongamos el caso reciente de aumentar la ecotasa . Vox se niega y el PP lo negocia con el PSIB-PSOE, que le pone como condición sine qua non dejar en paz la Ley balear de Memoria Democrática que Vox exige derogar. Pues el PP se ha plegado, pese a llevarlo en los acuerdos de legislatura con Vox y con toda la razón del mundo. El PP parece ser que no tiene cojones para dar un puñetazo en la mesa , temeroso del relato, imagino. Vox , en su caso, ha dado muestras de un infame infantilismo en lo que lleva la legislatura, al punto de que algunos de sus disidentes se han apuntado a la renacida UM.

¡Manda carallo! y la pregunta del millón es ¿cuándo dejarán de pelearse PP y Vox? El esperpéntico espectáculo podría desembocar en la reedición del Pacte de Progrés, puesto que vende mucho eso de, ¡que viene el fascismo! Lo dramático de todo esto es que todos ellos son PP, pese a la discordia .