Un puñado de multimillonarios tecnológicos que abjuran de la democracia están adquiriendo, pieza a pieza, las infraestructuras críticas de los Estados
Imagina que quieres modernizar tu casa e instalas sistemas inteligentes: calefacción, electricidad, seguridad. Contratas una empresa y todo funciona bien, pero un día decides cambiar un proveedor y descubres que los sistemas están tan íntimamente integrados que separarlos es imposible. Llevaría años y una fortuna. Pero tú necesitas que la casa siga funcionando. Técnicamente, eres el dueño, pero si suben los precios o cortan el servicio, no hay nada que hacer: has perdido el control de tu casa sin percatarte, contrato a contrato. Imagina ahora que esa empresa no cree en tu derecho a decidir sobre tu propia vida. Un escándalo, ¿verdad? Pues e

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